Cargnello encabezó la Celebración de la Pasión sin fieles.
El día amaneció nublado, con mucho silencio y menos gente que otros días en la calle. Fue Viernes Santo, pero no se realizó el tradicional vía crucis en el cerro San Bernardo. Tampoco en los barrios montaron las estaciones para recordar el calvario de Jesucristo, una costumbre cristiana de Semana Santa.
Por el aislamiento para prevenir la propagación del coronavirus, las iglesias permanecieron cerradas. Alguna que otra persona se paraba a rezar frente a la Catedral. Fue un Viernes Santo inusual, histórico. Tampoco se realizó la adoración de la cruz en iglesia de la Merced.
A las 18, monseñor Mario Antonio Cargnello encabezó la Celebración de la Pasión del Señor. En la Catedral no había fieles solo otros religiosos que lo acompañaban.
“Hermanos queridos vivimos el Viernes Santo en este año mariano y en este tiempo de pandemia, que nos invita a descubrirnos todos en una sola barca”, enfatizó Cargnello.
Luego compartió las palabras del padre Raniero Cantalamesa, predicador de la Casa Pontificia en el Vaticano.
La iglesia de La Merced no tuvo este año la tradicional Adoración de la cruz.
El mensaje
“¿Cuál es la luz que todo esto arroja sobre la situación dramática que está viviendo la humanidad? También aquí, más que a las causas, debemos mirar a los efectos. No solo los negativos, cuyo triste parte escuchamos cada día, sino también los positivos que solo una observación más atenta nos ayuda a captar. La pandemia del coronavirus nos ha despertado bruscamente del peligro mayor que siempre han corrido los individuos y la humanidad: el del delirio de omnipotencia. Tenemos la ocasión -ha escrito un conocido rabino judío- de celebrar este año un especial éxodo pascual, salir del exilio de la conciencia. Ha bastado el más pequeño e informe elemento de la naturaleza, un virus, para recordarnos que somos mortales, que la potencia militar y la tecnología no bastan para salvarnos”. Estas son las palabras que evocó Cargnello.
El grito
“El otro fruto positivo de la presente crisis sanitaria es el sentimiento de solidaridad. ¿Cuándo, en la memoria humana, los pueblos de todas las naciones se sintieron tan unidos, tan iguales, tan poco litigiosos, como en este momento de dolor? Nunca como ahora hemos percibido la verdad del grito: ¡Hombres, paz! Sobre la tierra postrada demasiado es el misterio. Nos hemos olvidado de los muros a construir. El virus no conoce fronteras. En un instante ha derribado todas las barreras y las distinciones: de raza, de religión, de censo, de poder. No debemos volver atrás cuando este momento haya pasado. Como nos ha exhortado el Santo Padre no debemos desaprovechar esta ocasión. No hagamos que tanto dolor, tantos muertos, tanto compromiso heroico por parte de los agentes sanitarios haya sido en vano. Esta es la recesión que más debemos temer”, citó Cargnello.