En los grandes centros comerciales hacen colas y en los pequeñas carnicerías no entra nadie. La diferencia de precios es sustancial.
El acuerdo de precios que firmó el Gobierno nacional con las grandes cadenas comerciales para la venta de cortes de carnes a precios populares tiene un detalle que hasta ahora nadie atiende. La problemática que origina es la casi extinción de las pequeñas carnicerías de barrio.
Entonces, mientras que en los supermercados, en los grandes mayoristas y en las cadenas de frigoríficos hoy se vieron colas de salteños ávidos por las costillas a 400 pesos, en las pequeñas carnicerías de los barrios de Salta no se exhibían ni los precios en los carteles. Hasta el combo de los 4 kilos de asado económico quedó caro. Por ejemplo, la costilla de novillo, primera calidad, de carnicero que se vincula todos los días con su cliente-vecino, cuesta desde 550 pesos para arriba. En los precios cuidados sale 400 pesos. No hay punto de comparación.
LE PUEDE INTERESAR Y fue por eso que durante toda la mañana los salteños hicieron colas en las heladeras de los supermercados para comprar "como sea" un pedazo de carne para tirar a la parrilla en este domingo de sol.
"Este como esté yo la compro. Hace mucho tiempo que no me como una costilla a la parrilla porque los precios estaban prohibitivos. Así que como esté le voy a decir a mi esposo que prenda fuego porque llevo costilla como sea", dijo una mujer con una bolsa larga de carne congelada.
La costilla llegó a costar 650 pesos en tiempos de fiestas de fin de año. A 400 pesos cambió todo. Aunque muchos de los centros comerciales pusieron sus restricciones. No se pueden llevar más de dos bandejas por persona y se vende hasta que se terminan dichos empaques. Es decir que para "el que madruga Dios lo ayuda" porque puede elegir tranquilamente qué carne llevarse. Hoy los clientes aseguraban que la carne disponible no es de primera calidad, pero tampoco es mala. Los fantasmas de los supermercados patagónicos que ofrecían grasa con un poco de carne sobrevolaban los fríos pasillos de las góndolas de carne. "No es mala la carne, pero hay que elegir bien. Las bandejas siempre traen sorpresas. No es novillo, son animales más grandes y tienen algo de grasa que no se le puede pedir al carnicero que se la quite. Pero sigue siendo aceptable por el precio", dijo un hombre que, por el abdomen, denota ser un gran parrillero.
En el barrio, en la popular avenida Felipe Varela, espacio central del sudeste capitalino, el ambiente se cortaba con un cuchillo.
"El Gobierno nacional nunca tuvo en cuenta a los pequeños. Esto es un arreglo para que se beneficien las grandes cadenas de frigoríficos y nosotros ya directamente dejemos de trabajar", dijo Miguel Ángel Martínez que tiene años de experiencia en el rubro y que es empleado de un local de la esquina de Felipe Varela y Juan Manuel de Rosas.
Y las carnicerías de barrios sintieron el impacto.
"Primero no entraba nadie, pero luego más al mediodía comenzaron a llegar. Quizás el cupo de carnes no es suficiente", dijo otro carnicero de la zona. Con el vacío a 680, compitiendo contra los 500 pesos del "asado para todos", no le quedó otra que esperar a que se termine el cupo diario estipulado de los grandes centros comerciales.
La diferencia está en el detalle
Quizás sea la nostalgia del tiempo que nadie sabe si volverá, pero Miguel Ángel Martínez apela al sentimiento como argumento para sostener que no hay dinero que pueda pagar el vínculo entre el carnicero de barrio y sus clientes, sus vecinos. "Uno va al súper y compra una bandeja y no sabe de cuándo es, si tiene grasa o no; entonces uno paga más caro de lo que realmente cuesta. No hay nada mejor que ir con el carnicero de siempre y pedir su costilla. Nosotros (los de barrio) desgrasamos con cuidado, le sacamos los excesos de venas, de vacunas y la despuntamos como si fuera para nosotros. Ya sabemos cuáles son los gustos de cada uno, si les gustan las cotillas anchas o finitas para el vuelta y vuelta. A todo eso no lo puede encontrar en los supermercados", dijo Martínez.
Lo concreto es que los pequeños locales comerciales (de Salta) deberían también ser contemplados, de alguna manera, en el acuerdo de precios que el Gobierno nacional impuso como medida para el inveterado "asado para todos".