La posibilidad de un nuevo aumento de retenciones a las exportaciones de origen agropecuario reaviva el conflicto latente entre el oficialismo y el campo. El argumento esgrimido por la vicejefa de Gabinete nacional, Cecilia Todesca Bocco, quien pretende frenar así el aumento de los alimentos, generó indignación y preocupación en el sector rural.
La experiencia argentina demuestra que la inflación no es un efecto de los precios internacionales de los alimentos exportables sino de un conjunto de factores que configuran una economía ineficiente y no competitiva, como la nuestra.
Para verificarlo, basta evaluar el resultado de las desaforadas políticas impulsadas por el kirchnerismo partir de 2007, que terminaron produciendo la pérdida de mercados de carnes, lácteos y cereales, en los que el país ocupaba posiciones dominantes, mientras los alimentos seguían aumentando sin parar y ni siquiera la manipulación del Indec lograba ocultarlo.
Mientras la Argentina no observe con buen criterio la realidad internacional y no sea capaz de decidir de acuerdo con sus propios intereses no logrará resolver uno solo de sus problemas productivos, que derivan de la incapacidad para adecuarse a los cambios que se produjeron en el mundo en los últimos 75 años.
La demagogia clasista que se insinúa en estas y otras medidas tributarias de naturaleza confiscatoria solo sirve para encubrir la falta de un proyecto y la ausencia de una perspectiva realista basada en las posibilidades reales de producción, inversión, industrialización y generación de empleo. La Sociedad Rural de Jesús María replicó a Todesca puntualizando que "los precios de los alimentos no aumentan por el incremento de los precios internacionales , sino por la suba del costo argentino y la alta carga impositiva que éste conlleva".
Basta comparar el precio de un litro de leche en el tambo (donde se concentra el costo de criar vacas y producir la leche) y en el mostrador para comprender que la formación de precios es compleja e incluye muchos factores concurrentes.
Según la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina el tambo representa el 29,8% del precio final, la industria el 28,7%, el comercio el 15,4% y los impuestos el 26,1%.
El trigo representa solo el 15% en el precio del pan y un 12,5% en el de la pasta seca, y el criador recibe un 23,96% del precio del asado en gón dola.
El anuncio de Todesca recuerda a las declaraciones de su colega, la economista kirchnerista Fernanda Vallejos quien afirmó que "tenemos la maldición de exportar alimentos". Esa maldición se inspira en la "enfermedad holandesa" y evoca el debilitamiento de del sector industrial tras el descubrimiento de importantes yacimientos de gas natural en los Países Bajos en 1960.
La realidad actual de Holanda obligaría a nuestros economistas a dejar de lado lo ocurrido hace sesenta años y orientar la mirada a los recientes resultados de la estatización petrolera de Venezuela, para asimilar que la pobreza, la ineficiencia y la presión tributaria no son resultado de una "maldición" ni de ninguna causa exógena, sino de la ausencia de políticas productivas. La voluntad de echar mano donde hay divisas e imponer exacciones al sector privado, para dilapidar dinero sin rendición de cuentas es una de las peores tradiciones de nuestros políticos.
Tras la crisis de 2008 no se resolvió ninguno de los problemas estructurales de la Argentina, simplemente porque el gobierno de entonces no fue capaz de aprovechar la prosperidad transitoria que brindaban los precios de las commodities para orientar el sistema productivo.
En los últimos 17 años el país registró un promedio de 12.750.000 habitantes bajo la línea de pobreza. La recaudación de los Derechos de Exportación en ese lapso suma cerca de US$ 120 mil millones.
El gobierno nacional debe asumir que el principal problema de la Argentina es una macroeconomía desfasada de la realidad. Para resolverlo, lo esencial es alentar la inversión y fortalecer los recursos de que se dispone.
Los cuatro millones de desocupados que viene dejando la pandemia solo van a tener una vida digna con trabajo y no con dádivas. Esquilmando con impuestos al sector productivo, solamente estaremos caminando, como país, hacia el abismo.