Se cumple este jueves un nuevo aniversario de la consagración de la Selección en el Mundial 78. Los goles de Kempes, las atajadas de Fillol, la Copa levantada por Passarella y un equipo, dirigido por Menotti, que quedó en la historia.
En la fría tarde del 25 de junio de 1978, en el estadio Monumental, se escribió una de las páginas más gloriosas en la historia del fútbol argentino. Por primera vez, la Selección Argentina se consagró campeón del mundo. El 3 a 1 a Holanda en tiempo suplementario cortó con 48 años de sequía en los Mundiales. Justamente el primero, en 1930, fue donde se había llegado más lejos, al perder en la final con Uruguay. Con los dos goles de Mario Kempes y uno de Daniel Bertoni, con las atajadas salvadoras de Ubaldo Matildo Fillol y con la lucha inclaudicable del resto que sabía que estaba ante una instancia histórica, el equipo argentino dirigido por César Luis Menotti levantó esa Copa para la posteridad.
La final ante Holanda fue una batalla. El conjunto europeo dirigido en ese Mundial por Ernst Happel (sucesor de Rinus Michels) venía de perder el partido decisivo cuatro años antes frente a Alemania. Otra vez, a la Naranja Mecánica, que ya no tenía en sus filas a Johan Cruyff, le tocaba definir una final de un Mundial ante el país organizador del certamen. Sin el brillo con la que asombró al mundo en el 74, aquel equipo era muy duro y cuando todo el Monumental se preparaba para la vuelta olímpica por el 1-0 convertido por Kempes en el primer tiempo, llegó el minuto 82 del encuentro y se produjo el empate convertido por Nanninga. Había que ir al alargue. Pero antes, un mayor sufrimiento: en la última jugada del partido, Rensenbrink estrelló un remate en el palo...
En el tiempo suplementario volvió a aparecer el Matador Kempes, goleador y elegido mejor futbolista del Mundial. Primero para meter el 2-1 y luego para armar una pared con Bertoni, que convertiría el tercero para asegurar el título.
La victoria en tiempo suplementario y el festejo
El pitazo final del árbitro italiano Sergio Gonella desató la fiesta del final. Casi 72.000 personas fueron testigos de la consagración. Quedarán en las retinas el abrazo del alma de Fillol y Tarantini con un espectador sin brazos mirándolos, la imagen de Daniel Passarella, el capitán, levantando la Copa, la primera, la que quedará por siempre en la historia.
La formación de Argentina esa tarde fue: Fillol; Olguín, Galván, Passarella, Tarantini; Ardiles, Gallego, Kempes; Bertoni, Luque y Ortiz. Luego ingresaron Larrosa y Houseman.