El juicio seguido contra Pablo Gabriel Yáñez (33), imputado por el delito de tentativa de homicidio doblemente calificado por la relación de pareja preexistente y por mediar violencia de género, llegó a sus instancias finales. Hoy concluyó la recepción de declaraciones testimoniales; mañana se llevarán a cabo los alegatos y se dará a conocer el veredicto.
El imputado también prestó declaración y dio su versión sobre los hechos ocurridos el 25 de enero de 2019, cuando Rocío Natalia Sarapura fue derivada de urgencia desde el Cementerio de la Santa Cruz hasta el Hospital San Bernardo, con quemaduras tipo AB en abdomen, piernas y manos.
Pablo Yáñez contó que con Rocío eran amigos. Admitió que él había intentado tener una relación sentimental pero ella nunca lo aceptó porque seguía pensando en volver con el padre de su hija. Dijo que se usualmente se encontraban en el parque San Martín, conversaban y se contaban sus problemas.
Acerca de los hechos que se le imputan, Yáñez aseguró que las lesiones de Sarapura y las que él mismo sufrió en las manos el 25 de enero fueron producto de un accidente. Relató que se encontraron con Rocío el día anterior y que la denunciante estaba con su hija. En su repaso pormenorizado dijo que estuvieron en la plazoleta de la Legislatura hasta la noche. Allí, ella le pidió plata para comprar algo. Le dio 300 pesos y volvió con papas fritas y una cerveza. Yáñez afirmó que en ese momento le reclamó que se pusiera a tomar teniendo delante a su beba y le propuso que fueran a dejarla a su casa. Eso hicieron y luego de comprar más cerveza y vino en inmediaciones del Parque San Martín se fueron a tomar al mirador que está detrás del Hospital San Bernardo. Allí se quedaron toda la noche, charlando, sostuvo el imputado.
A las 7 –prosiguió- Rocío le pidió más plata para comprar más bebida pero él ya no tenía. Entonces se fueron a la terminal de ómnibus donde un amigo suyo le dio cien pesos a la denunciante a cambio de un parlante portátil que ella tenía en su poder.
Con ese dinero se dirigieron a una farmacia de calle San Martín y compraron una botella de medio litro de alcohol etílico para tomar. Luego fueron a pedir algo de comida a un local de hamburguesas ubicado cerca de la Plaza 9 de Julio. Comieron y regresaron a calle San Martín. El acusado continuó relatando que eran como las 11 cuando a Rocío se le ocurrió pedirle dinero a una conocida que vendía empanadas en el parque. Regresó con 200 o 300 pesos y media docena de empanadas. Con ese dinero compraron dos vinos y cigarros y se fueron a tomar debajo de una morera ubicada cerca de la morgue del hospital San Bernardo. Cuando estaban ahí – aseguró Yáñez- la denunciante le propuso ir al cementerio. “Quiero ver a mi primo. Dale, no me dejés sola, mirá cómo estoy de machada”, dice el imputado que le suplicó Rocío.
Fueron. Tomaron algo más en la puerta de la necrópolis y cuando iban entrando – detalló el imputado- Rocío le dijo que estaba mareada, él la sostuvo pero chocaron contra una puerta. Dice que dos empleadas del cementerio vieron esa escena.
Yáñez detalló que fueron al baño a lavarse la cara y siguieron hacia la tumba de Pedrito Sanhueso. Allí Rocío sacó dos paquetes de velas y flores de su mochila. A continuación pasaron por la tumba de un amigo suyo, encendieron una vela y finalmente se dirigieron al sepulcro del primo de la denunciante, donde encendieron otra.
Yáñez sostuvo que en ese momento Rocío le dijo que le quería mostrar algo que habían hecho con su mamá en el cementerio. Él supuso que era algo relacionado con “esa tontera de la brujería”. Dice que pasaron por un sector donde había un altar a San La Muerte y luego le preguntaron a un empleado de limpieza dónde estaba el santuario a la Difunta Correa. Él les indicó y fueron hacia allí. El imputado relató que en ese lugar, al costado de una escalera, en el segundo nicho, Rocío levantó una tapa y sacó tres muñecos con agujas clavadas: uno tenía forma fetal, precisó. Los colocó en una bolsa que levantó de un cesto de basura, se puso de cuclillas, sacó un cigarro, lo encendió y también le prendió fuego a los muñecos. Ella se quedó mirando cómo se quemaban y de repente le dijo: “Pablo, sacá el alcohol que queda de la mochila y echalo encima”. Él obedeció –afirmó el imputado- y luego de volcar el contenido del envase sintió que se quemaba las manos. Y vio a Rocío sentada en el piso: tenía dos ampollas en las piernas.
Yáñez dice que entonces buscó a un empleado del cementerio y le pidió que llamara a una ambulancia. Enseguida levantó a la denunciante y la llevó hacia una pileta, abrió el grifo y comenzó a tirarle agua. Para ayudarse sacó la caja de vino que les quedaba en la mochila, la vació y la usó como recipiente.
El acusado aseguró que fue un accidente. Asevera que ayudó a cargar a Rocío en la ambulancia, que la acompañó al hospital y se quedó para ver cómo evolucionaba. “Me decía que no la deje sola y que su mamá se iba a enojar”, expresó.
Yáñez también negó haber llamado por teléfono a la víctima desde la Alcaidía para amenazarla. “Eso se puede corroborar porque hay un registro de llamadas y hay un celador que anota el número al que llamamos”, aseguró.
También desmintió haberle pegado alguna vez. “Nunca tuvimos problemas. Éramos amigos”, concluyó.
Durante la última jornada de testimoniales también comparecieron dos empleados del cementerio y una médica del SAMEC. El hecho por el cual llegó a juicio Yáñez ocurrió el 25 de enero de 2019, en la necrópolis ubicada en la calle Talavera de la ciudad de Salta. Según consta en la causa, esa tarde, el acusado ingresó al cementerio con su pareja, discutiendo. Una vez adentro, le arrojó el contendido de una botella de alcohol etílico y le prendió fuego.
El juicio unipersonal está a cargo de la jueza Carolina Sanguedolce. En representación del Ministerio Público interviene el fiscal Ramiro Ramos Ossorio. La defensa de Yáñez está en manos del defensor oficial Raúl Sángari. Como querellante interviene la defensora para Víctimas de Violencia Familiar y de Género Número 2, Liza Medrano.