El 18 de enero, dos grupos de chicos se cruzaron en un boliche. La pelea siguió en la calle y terminó con el homicidio del estudiante de Derecho.
Hace exactamente un año, dos grupos de jóvenes viajaron a Villa Gesell para pasar sus vacaciones en la playa. Diez chicos de un club de rugby de Zárate y otros tantos de la Ciudad de Buenos Aires. Uno de ellos fue asesinado: Fernando Báez Sosa, de 18 años. Fue golpeado a la salida de un boliche hasta que dejó de respirar.
Cada escena de esa horrible noche quedó registrada en un video. Como en una película: la patada que le causó la muerte, la violencia del grupo que lo atacó solo e indefenso, los testigos azorados, la ausencia de policías, los extraños e indescifrables movimientos posteriores del grupo de rugbiers. Todo, absolutamente todo, quedó expuesto en un siniestro compilado de reveladoras e impactantes imágenes. Para la Justicia y para todos.
Nada hacía prever que una muerte violenta los iba a cruzar dramáticamente. La noche del 18 de enero del 2020, los dos grupos de amigos coincidieron en uno de los boliches de la ciudad balnearia.
Empujones involuntarios por la cantidad de gente que había en el lugar, una discusión y un gesto mal entendido desataron una pelea dentro del lugar.
Una vez afuera, Fernando, que había dado por finalizada la discusión, cruzó a la vereda de enfrente para tomarse un helado. Se lo notaba tranquilo, a pesar del cruce. No era la misma actitud que mostraban los rugbiers de Zárate: salieron para otro lado y, poco después, volvieron decididos y lo atacaron a golpes.
El trágico desenlace fue la muerte casi instantánea del joven tras la feroz golpiza. Las cámaras de seguridad serán la clave para reconstruir la escena. La superioridad numérica fue determinante.
Los rugbiers, también superiores en fuerza, en menos de un minuto descargaron su furia sobre el cuerpo de Fernando y sus amigos. Luego, se fueron caminando a la casa que alquilaban a dos cuadras del lugar. Otra cámara los siguió sin que ellos ni siquiera se dieran cuenta.
Una estremecedora grabación de un mensaje de WhatsApp los vuelven a incriminar: “Caducó”, dijo uno de ellos. “De esto no se le cuenta nada a nadie”, susurró otro, ya previendo lo que venía. Algunos se fueron a un local de comidas rápidas tras el crimen. ¿Para distraer? ¿Tenían hambre? Otra cámara fue testigo de la locura de esa noche. Los peritos ya tienen horas y horas para analizar, segundo a segundo, cada prueba. Además, cada testimonio refuerza cada cuadro de un thriller sin director.
Hasta los mismos acusados grabaron escenas en sus celulares que hoy son pruebas en su contra. La salida tumultuosa por la cocina de Le Brique y hasta la patada del final fue filmado desde el teléfono de uno de los acusados. Registraron su propia sentencia.
Nunca antes, en la historia policial argentina, la Justicia contó con filmaciones tan claras y precisas de una muerte violenta.
A un año del asesinato, ocho de los diez rugbiers esperan en prisión el juicio oral. Están acusados de homicidio agravado por premeditación y alevosía, un delito que los puede llevar a una condena de más de 20 años de cárcel. Dos fueron sobreseídos ya que no encontraron pruebas en su contra.
Las cámaras ahora se ocuparán de reflejar los sentimientos y las caras de acusados y familiares de la víctima. El final de la secuencia lo dictará la Justicia.