El ataque a los tres pilares del Estado marca un antes y un después en la democracia brasileña. Analistas rechazan la posibilidad de un golpe.
Brasil vive este domingo 8 de enero, su día más difícil desde el fin de la dictadura. Cientos de seguidores del expresidente Jair Bolsonaro recrearon este domingo el asalto al Capitolio de Estados Unidos y pusieron en jaque los cimientos de la democracia.
Pero esta vez fueron más allá que sus pares estadounidenses. Primero invadieron la sede del Congreso Nacional, luego el Palacio del Planalto, sede del ejecutivo, y finalmente el edificio de la Corte Suprema de Justicia. Los tres pilares de la institucionalidad invadidos por la irracionalidad. Exigen un golpe de Estado y la vuelta de Bolsonaro al gobierno, desconociendo al presidente legítimo Luiz Inácio Lula da Silva, quien asumió hace apenas una semana el poder.
Si alguien tenía alguna duda de que Jair Bolsonaro sigue al pie de la letra el manual político de Donald Trump la estrategia quedó muy clara en una jornada dramática que marcará un antes y un después en la democracia brasileña.
“Es un momento grave”, definió a TN el analista político bahiano Antonio Lavareda.
Jair Bolsonaro sigue en la Florida, mientras sus seguidores buscan desestabilizar la democracia brasileña Bolsonaro está en la Florida. Viajó allí para evitar traspasarle el poder a Lula. Lo mismo que Trump hizo con Joe Biden. En los últimos tiempos veía agitando el fantasma de un fraude tal como el expresidente norteamericano y llegó a sugerir que Brasil podría enfrentar incluso algo peor que un asalto al Capitolio. Sin embargo, con el correr de los meses, relativizó su amenaza.
“Ustedes saben lo que está en juego, saben cómo se deben preparar, no para un nuevo Capitolio, pero sabemos lo que tenemos que hacer”, dijo a mediados de julio, tres meses antes de las elecciones que ganó Lula con menos de dos puntos de ventaja.
Hoy Bolsonaro está en silencio. En su cuenta de Twitter se sigue presentando como presidente de la República Federativa de Brasil y candidato a la reelección. Desconoce, como Trump, su derrota en las urnas.
Su hijo, el diputado Eduardo Bolsonaro, dejó bien en claro lo que se estaba gestando entre los seguidores del expresidente cuando tuiteó “Fuera Lula” horas después que el nuevo presidente jurara el cargo en el Congreso Nacional. No había tregua para un gobierno al que desconocen cualquier legitimidad.
¿El posible un golpe de Estado en Brasil?
Hoy los ojos de los brasileños no solo apuntan al gobierno de Lula y a las huestes de Bolsonaro. También miran a las Fuerzas Armadas. Tras el triunfo de Lula en el balotaje del 30 de octubre, miles de bolsonaristas cortaron las rutas en varios puntos del país para desconocer la derrota de su jefe político y reclamaron ante los cuarteles un golpe de Estado “con Jair Bolsonaro en el gobierno”.
“Esta es una escalada del bolsonarismo radical, pero no abre perspectiva de golpe”, confió Lavareda.
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Para el analista, Lula deberá tomar medidas inmediatas para contener este movimiento golpista. “Medidas de represión a los campamentos bolsonaristas serán demandadas por el Congreso y el Poder Judicial. Tendrá que ser más incisivo en el enfrentamiento contra el radicalismo”, sostuvo.
Cientos de bolsonaristas radicales vienen acampando frente al Cuartel General del Ejército en Brasilia para pedir un golpe. Lo hacen desde el día después al balotaje del 30 de octubre sin ningún tipo de resistencia.
Según Lavareda, Lula “quería contemporizar con ellos. Pero esta estrategia no da para más. Y ahora tendrán apoyo del Poder Judicial y del Congreso” para reprimir, señaló.
En tanto, los militares no han dado ninguna señal, al menos en forma pública, de respaldar las ambiciones golpistas de una minoría radical. “No se embarcarán en aventuras. Saben que no habrá sustentabilidad para un golpe, aun si lo desearan”, afirmó Lavareda.
Pero el temor persiste. Para el analista Marco Teixeira, de la prestigiosa Fundación Getulio Vargas, este “es un ataque a las instituciones”. En diálogo con TN, afirmó que “obviamente este movimiento tiene financistas detrás y toda una red de intereses. Riesgo hay”, advirtió.