Los candidatos a penas superaron el 30% de los votos en la primera vuelta. TN.com.ar habló con dos analistas y encuestadores sobre la elección más polarizada de los últimos años.
Los peruanos elegirán este domingo, en un histórico balotaje, a un nuevo presidente que sentará las bases del futuro del país por los próximos cinco años. Pero no será una simple elección: en medio de una pandemia que castigó duro a la población y bajo una fuerte turbulencia política y económica, las dos opciones se recuestan en extremos opuestos.
Por un lado, Keiko Fujimori, de 46 años, hija del condenado y detenido expresidente Alberto Fujimori y candidata de la derechista Fuerza Popular, y por el otro Pedro Castillo, de 51, postulante del partido Perú Libre, de izquierda.
En la primera vuelta, celebrada el 11 de abril pasado y en la que se presentaron 18 candidatos, Castillo obtuvo el 19,09% de los sufragios, seguido de Fujimori con el 13,3%, lo que evidenció una fuerte atomización del voto que favoreció a dos de las opciones más radicalizadas hacia uno y otro lado del arco ideológico.
“Cualquier de las dos alternativas implica un escenario diametralmente opuesta a la otra”, resumió a TN.com.ar la analista política y directora gerente de la encuestadora Imasen, Giovanna Peñaflor.
Y afirmó: “Las últimas encuestas tienden a mostrar un crecimiento muy grande de Keiko, en base a una campaña negativa contra Castillo con acusaciones de ´comunista´ contra él, pero Castillo mantiene su caudal”.
Urpi Torrado, gerente general de Datum Internacional, coincidió en diálogo con este sitio: “Hay un panorama bastante complejo. Los dos están llegando a un empate estadístico”, indicó.
“Pero los sondeos no miden el voto en el extranjero, que puede tener incidencia, ni el de los mayores de 70 años”, que no suelen ir a votar, sostuvo.
¿Quién es Keiko Fujimori?
Los memoriosos recuerdan a una jovencísima Keiko Fujimori en los años ’90, siempre al lado de su padre, el entonces todopoderoso presidente Alberto Fujimori, a quien acompañaba en sus giras internacionales. Desde los 19 años debió asumir el rol de “primera dama” de la Nación, tras un escandaloso divorcio de sus padres que incluyó denuncias de corrupción de parte de su madre, Susana Higuchi.
Sus estudios en la Universidad de Boston estuvieron marcados por la sospecha después que el jefe de inteligencia de su padre, el encarcelado Vladimiro Montesinos, afirmara que fueron financiados por las arcas públicas, algo que ella siempre negó. En esos años conoció en Estados Unidos a su actual esposo Mark Vito.
Keiko, como la conocen todos en Perú, cimentó su carrera política como congresista. En 2006 fue electa en el Parlamento con la mayor cantidad de votos en la historia del país para una aspirante al Congreso unicameral.
Hoy, 15 años después de su irrupción en la política, desata los mismos amores y odios que su padre, que cumple una pena de 25 años de cárcel por corrupción y por su responsabilidad en el asesinato de 25 personas a manos de un “grupo de la muerte” financiado por su gobierno.
Este es el tercer intento de Keiko de llegar a la presidencia, tras el fracaso de las dos últimas elecciones.
La sombra de la corrupción
Su bastión electoral se recuesta en el viejo “fujimorismo” y en quienes rechazan la llegada al poder de la izquierda radical, pero su férreo estilo conservador produce un fuerte rechazo en los sectores moderados de la sociedad peruana.
“El sector de la población que se inclina por Keiko piensa que si la escogen a ella los problema del Perú se van a superar por arte de magia o van evitar un gran riesgo para el país. Pero en general este proceso evidencia que Perú no ha mirado seriamente sus problemas de fondo que son estructurales y que la pandemia ha empeorado”, dijo la analista Giovanna Peñaflor.
Y afirmó: “Keiko representa el establishment, seguir con la forma que hemos venido enfrentando los problema del país desde hace 30 años, que tuvieron efectos positivos, pero hace bastante tiempo que han mostrado deficiencias. Es seguir en la misma línea que ha significado postergar las necesidades estructurales y a los sectores más castigados”, acotó.
Pero Keiko carga una espada de Damocles sobre su cabeza. La justicia la tiene en la mira por un presunto lavado de activos por aportes que, según se sospecha, habría recibido de la empresa brasileña Odebrecht y de otros empresarios para financiar sus campañas. El fiscal José Domingo Pérez pidió 30 años de cárcel para ella.
Además está acusada de encabezar una organización delictiva en su partido para captar recursos de fuentes dudosas bajo falsos aportantes. En la misma causa está involucrado su esposo. Este es el caso que más la golpeó en los últimos años: en 2018 y 2020 estuvo bajo arresto preventivo por dos breves períodos. Actualmente cumple una medida de comparecencia restringida.
Pero Keiko no se rinde. Mira fijo a los ojos de sus oponentes y denuncia “una guerra sucia” contra ella para evitar que llegue a la presidencia del país.
Histórico balotaje
El “profesor” Pedro Castillo Pedro Castillo pasó de ser un desconocido hasta hace cuatro años a candidato presidencial con una meteórica carrera que, curiosamente, recuerda a la irrupción de Alberto Fujimori en la escena nacional a principios de los 90.
Con un estilo campechano, montado a caballo y con sus sombreros tradicionales, este maestro de escuela fue la gran sorpresa en la primera vuelta de las elecciones peruanas.
Nació en Cajamarca, en la sierre norte del país. En su juventud integró las rondas campesinas de autodefensa y se recibió de maestro con un magíster en Psicología Educativa. Desde allí construyó una carrera como dirigente sindical docente.
Logró cierta notoriedad en 2017 cuando encabezó una huelga de educadores en varias zonas del país y que se extendió durante 75 días en reclamo de aumentos salariales. Entonces, Castillo solo tenía 3.000 seguidores en Twitter.
Recién en 2020 anunció su candidatura presidencial por Perú Libre, un partido que se define como marxista. Desde entonces el apoyo a su postulación comenzó a crecer en zonas rurales y en sectores empobrecidos del país, en especial en el interior profundo.
Su discurso es directo: impulsa, en concreto, una serie de reformas estructurales para cambiar en forma total el modelo económico nacional. Incluso, propuso crear una nueva Constitución a través de una asamblea constituyente que le otorgue al Estado un rol activo como regulador del mercado.
Estas posiciones le van valido acusaciones de “comunista” por parte de los seguidores de Keiko Fujimori y de la propia candidata presidencial. Sin embargo, suele pregonar posiciones conservadoras como su oposición al aborto y al matrimonio igualitario.
Para Peñaflor, directora gerente de la encuestadora Imasen, Castillo “ofrece un cambio de rostros, de gente, pero con el gran temor de la falta de preparación, de falta de un plan, de equipos, más allá del tema de si es comunista o no”.
“Eso es un eslogan de campaña de Keiko”, indicó.
Y añadió: “El fondo de la cuestión es que se trata de una opción que implica lanzarse a algo que no está muy definido. Lo que no se ve es que el sector que lo apoya implica una crítica muy seria a cómo se está manejando el país”.
Para Urpi Torrado, gerente general de Datum Internacional, Perú sufre en síntesis “una crisis de confianza general y una falta de representatividad en la clase política”.
“Eso es lo que se reflejó en las urnas en la primera vuelta. Los peruanos no se sintieron representados por ninguno de los dos candidatos. Pero algunas pociones radicales son las que tuvieron un poco mas de fuerza. Al final estamos viendo esta tendencia a la búsqueda del cambio y los que mejor representaron esto fueron las posturas radicales” de Keiko Fujimori y Pedro Castillo, concluyó.