La Leona cambió prioridades al posponerse los Juegos: se focalizó en su carrera universitaria y en la tarea solidaria en un merendero en Santiago del Estero que se levantó de cero. Reflexiones y anécdotas de un atleta todo terreno.
Delfina Merino está exultante. Y festeja. Sale al balcón de su habitación y aprieta el puño con un “vamos” solitario. Sus compañeras aún están en el gym, por eso se toma una licencia: cruza a la playa, respiraba profundo y camina, feliz, relajada, sabiendo que ha alcanzado el objetivo. En este caso no ha sido un gol clave ni tampoco ha ganado un título nuevo con Las Leonas. Se trata de un logro personal muy especial: en la concentración del seleccionado argentino en ese balneario bonaerense, acaba de rendir –y aprobar, sabría después- la última materia teórica en la carrera de Derecho que hace 12 años cursa en la Universidad de Buenos Aires. Un sueño propio –y familiar- que está muy cerca de cumplirse. En diciembre, si aprueba un trabajo práctico restante, será abogada. Y lo habrá hecho mientras, en el camino, ganó un Mundial (2010), cinco Champions Trophy y fue la mejor jugadora de hóckey del mundo (en 2018). Dos carreras paralelas que arrancaron en 2009: el estudio, en la UBA tras un año de CBC, y el deporte en nuestro mítico seleccionado de hóckey sobre césped que el mundo conoce como Leonas.
“Fue una gran felicidad y un poco de alivio también. Por suerte el cuerpo técnico me dio esa tarde libre mientras mis compañeras se fueron a entrenar y pude concentrarme en mi habitación para rendir ‘Daños en el Deporte’, justo una materia que tiene mucho de lo mío. Por tener al deporte pero, a la vez, porque la enfoqué en los daños que generó en deportistas, espectadores y sponsors la cancelación de los Juegos de Tokio en 2020. Fue un parcial escrito y a la semana me enteré que me había sacado un 7”, explica quien se pasó buena parte de las últimas dos concentraciones de Las Leonas estudiando para ese examen. “Lo hacía de noche. Más que nada no hacía sobremesas y subía rápido a la habitación. Me quedaba estudiando hasta la 1. Pero no me sentía tan sola porque varias de mis compañeras estaban en el mismo plan. Nos hacíamos un tecito, agarrábamos un chocolate y estudiábamos”, precisa quien aprovechó esta pandemia –y la cuarentena- para avanzar como nunca en la carrera. “A principio de año me anoté en seis materias, pero por las dudas. Creía que sería imposible porque mi cabeza estaba en Tokio. Pero, cuando vi que se posponían los Juegos, dije ‘menos mal que me anoté’ y me puse a estudiar con todo. En el primer cuatrimestre metí tres materias y en el segundo, dos más. Me queda una y ya está”, precisa, ilusionada.
“El 12 es mi número”, dice y se ríe. Porque es su camiseta y los años que lleva en la facu. Y, enseguida, reflexiona sobre este éxito en su vida. “Sin dudas que es mérito mío, me lo adjudico. Soy muy consciente del esfuerzo que hice, que no le perdí pisada a la carrera, pero a la vez debo agradecer el empuje de mi familia. Mi vieja, por caso, me sacó mucha presión cuando me dijo ‘no importa si no rendís tres, hacé una aunque sea’. Entonces, la carrera la hice a mi ritmo. Ella y mi abuela fueron puntales. Y, con el tiempo, me di cuenta que estar en la facu me sacaba de la burbuja del hóckey, me cambiaba la cabeza. Disfruté mucho estos años”, explica.
-¿Qué significa este título en tu vida, con qué victoria lo comparás? ¿Es como una medalla de oro o ser la mejor del mundo?
-Es difícil (piensa). Ahora me da un poco de miedo asegurarlo, en diciembre te digo (se ríe), pero si bien esto es un gran logro en mi vida, también es verdad que mis prioridades siempre fueron mi familia y amigos, luego el hóckey y después recién el estudio. Pero tengo claro que en el futuro eso cambiará. Como no se puede vivir del hóckey, este título me permitirá tener otras opciones cuando me retire.
-¿Y te ves ejerciendo de abogada?
-Sí, claro, no sé si litigando en Tribunales, pero me gusta mucho y tener el perfil (se ríe). Soy de pelearla, justiciera, me identifico mucho con la profesión. Además, en el Derecho hay muchas puertas y ojalá la pueda relacionar con el deporte. A las otras Leonas siempre las jodo y les digo ‘yo las voy a defender, cuando necesiten, quedensé tranquilas’.
Para Delfina, como para toda la población mundial, fue un año distinto y especial. Que, además de aprovechar para estudiar, intentó no aflojar en otra de sus pasiones, la ayuda social. Sensible, lejos del perfil glamoroso que tal vez su belleza irradia, la jugadora de 28 años siempre quiso ayudar. “Lo tuve en mi cabeza, pero no sabía cómo. Hasta que di con Huella Saint Gobain, un programa solidario que llevaba años y pude sumarme. Con el plus de que cuando estaba buscando mi proyecto, mi viejo fue a su peluquería de toda la vida y el peluquero le contó que estaba ayudando a un merendero improvisado en el interior de Santiago del Estero donde comían 180 chicos muy necesitados. Nos pusimos en contacto y así comenzó”, recuerda de aquel inicio hace dos años en el merendero Las Trincheras de Icaño, un pueblo de 2.000 habitantes ubicado a 180 kilómetros de Santiago. “Cuando lo visité era un baldío, con un tablón y caballetes, donde comían los chicos. Ahora sólo falta el techo. Se levantó de cero y avanzó muchísimo. Y seguiremos hasta terminarlo. Mi papá y yo estamos en contacto, igual que toda la gente de la Huella SG”, explica.
Delfina tenía pautado un viaje de visita para estos meses, pero se quedó con las ganas por la situación sanitaria. “Tenía muchas ganas de ir, pero no se pudo por la pandemia. Sobre todo quería ver los avances en persona y estar con la gente. Cuando fui la primera vez, encontré un lugar con personas muy cálidas pese a sus necesidades. Recuerdo que nos esperaron con unas empanadas mortales y algunas chicas con palos de hóckey para jugar un poco conmigo. Nos divertimos y me fui feliz, sabiendo que iba a poder mejorar un poco la vida de esas personas”, rememora.
-Has demostrado tener mucho compromiso, pese a todas tus actividades y obligaciones que tenés. ¿Qué te genera ayudar en tu vida?
-Siempre digo que soy una agradecida, una privilegiada de encontrar un proyecto como Weber SG que me ayude a ayudar, porque sola es muy difícil. Yo sólo soy el nexo entre la empresa y la gente.
Por lo pronto, mientras tanto, Merino volvió a Buenos Aires tras la concentración en la costa. “Nos fue muy bien en Cariló, aprovechamos a full el entorno, la arena y el lugar que nos dieron gracias a la gestión del Enard y la Confederación. Fuimos unas privilegiadas de tener todo a disposición para seguir evolucionando como equipo. Tenemos una preselección joven y estamos aprovechando este momento sin competencia”, explica Delfina, quien quiere ir paso a paso, sin prometer nada para Tokio. “Por ser las Leonas, por nuestra historia, debemos aspirar a lo máximo, pero el tiempo dirá para qué estamos. El sueño está, siempre estará, pero todavía es temprano para asegurarlo”, opina. Lo seguro que estará es el compromiso. El que mostró para continuar con su solidaridad y quedar a un pasito de ser la abogada Merino.