El triunfo de River en el Superclásico destapó la crisis en Boca y la ausencia de un líder en el vestuario. Gallardo, se reivindicó como el mejor DT del fútbol argentino. El periodista posee cuanto menos dos tipos de información: aquella que van produciendo los hechos y sus protagonistas de manera dinámica y otra, más reposada, que surge de la lectura de tales hechos.
Este último caso no requiere de la verbalización de los actores: se trata de "leer" el acontecimiento, analizarlo y proyectarlo.
La caída de Boca en su cancha frente a River ha resultado insoportablemente dura. De tal manera que es inevitable un estado deliberativo de las más altas autoridades del club, quienes han puesto al servicio del director técnico el plantel más calificado del fútbol argentino.
La pregunta que va perfilando respuestas cada vez más escépticas entre esos dirigentes es si Guillermo Barros Schelotto sabe liderar tan calificado plantel.
En este numeroso grupo de cracks están los que él pidió (Andrada, Izquierdoz, Mauro Zárate), los que él no pidió (Tevez, Ábila, Buffarini) y los que llegaron por decisión de alguien. No obstante , la facultad de convertir este riquísimo plantel en un equipo siempre le ha pertenecido de manera absoluta.
¿Cuál es el equipo de Boca?
Si se enfrenta con River en la Bombonera y el jueves con Gimnasia y Esgrima por la Copa Argentina en Córdoba, ¿quiénes deberían jugar contra River –con alto costo político, deportivo y social- y quiénes contra Gimnasia y Esgrima?
Se supone que para Gallardo habría resultado algo tranquilizador que Gago se haya ido a su casa y que Pablo Pérez, Cardona y Zárate fueran al banco.
El liderazgo no se ejerce utilizando la mayor cantidad de jugadores para que los integrantes de un plantel estén activos; por el contrario, los más calificados técnicos del mundo trabajan para lograr su equipo y las piezas de sustitución resultan emergentes. Ingresan por alguna contingencia táctica, por lesión, por fatiga o por alguna molestia de quienes están en el campo.
Si no existe el líder de afuera, no habrá liderazgo en el campo de juego. Un equipo requiere idealmente de un ídolo y de un caudillo –Maradona y Ruggeri en el 86–, hecho que a través de la historia se ha reiterado en los mejores equipos. Solo algunos ejemplos para reforzar la idea: Bochini- Trossero en Independiente; Francescoli-Ruggeri en River; Riquelme-Palermo en Boca; Basile-Maschio en Racing, Ortigoza-Romagnoli en San Lorenzo o Chilavert-Asad en Vélez, etc., etc…
¿Quién es el caudillo de Boca? ¿y el ídolo? Si estas figuras no existen en tan basto y calificado plantel, es porque el líder ha fallado en sus decisiones. De no ser así no habría lugar para un intercambio indisimulado de insultos entre Zárate y Cardona dentro del campo de juego.
River y Boca se complementan y se excluyen. No habría estímulos sin enfrentamientos. Por más de medio siglo estos se producían solo dos veces por año. Desde hace cerca de 40 años se les agregaron los amistosos del verano, que no eran tales pues el resultado nunca fue prescindente del destino de los actores. Ramon Díaz, nada menos, debió dejar la conducción de River por un resultado adverso de verano al caer frente a Boca. Ahora existen más oportunidades de enfrentamientos. Podría darse en la Recopa, en la Copa Argentina o en la mismísima Libertadores. No importa. Pueden jugar diez veces por año y cada encuentro fortalecerá el enfrentamiento. Se puede perder contra otro rival, en casa y por puntos valiosos; lo que no se puede es perder contra el máximo adversario sin saber lo que ello implica.
En estos últimos enfrentamientos se han advertido notables diferencias de actitud y compromiso entre los jugadores dirigidos por Marcelo Gallardo y los de Boca, conducidos por Guillermo Barros Schelotto.
No quedan dudas de que los jugadores de River fueron mejor preparados de la "cabeza". Al pisar el césped de La Bombonera sabían todo cuánto deberían afrontar y lo afrontaron sin sorpresas ni presiones. Tenían la mente dispuesta a todo: cantos, banderas, insultos, gritos, trepidaciones del piso y el canto agresivo e incesante de sus tribunas.
Enorme mérito de su líder y conductor Marcelo Gallardo –hoy por hoy el mejor técnico del fútbol argentino-, quien pareciera gravitar con su prédica en la mente de cada uno de sus jugadores.
Un gran arquero (Armani), dos centrales con experiencia y determinación (Maidana y Pinola), un volante central con personalidad (Ponzio), uno de los volantes inspirados –siempre hay uno– y esta vez fue "Pity" Martínez y sobre esa base transformaron a La Bombonera en el Monumental a juzgar por la forma en que metieron, presionaron y corrieron.
Esta es una de las diferencias entre River y Boca. Adviértase que River es un equipo fruto de un gran plantel y Boca es el mejor plantel sin lograr ser un equipo.
Ante derrotas discutidas los hinchas maldicen; frente a derrotas inapelables los hinchas dan su reconocimiento con más silencios que insultos. Y este fue el caso.
La dirigencia de Boca le dio todo a su técnico. No se puede respaldar de mejor manera a un conductor con todos los objetivos que están en juego. Pero derrotas como las del domingo tienen consecuencias. Por cierto que ahora vendrá la Copa Argentina, enfrentando a Gimnasia y Esgrima La Plata, después Colón por la Superliga, el jueves 4 de octubre la revancha con Cruzeiro por la Libertadores con ventaja 2-0… Pero la sucesión de éxitos a lograr no compensará la derrota frente a River.
Y ese hecho no solo señala un resultado deportivo adverso, también ha dejado al descubierto que el nivel convivencial entre los jugadores carece de armonía, que ese vestuario será de difícil reconstrucción y que el responsable objetivo final de estos desencuentros, Guillermo Barros Schelotto, se aproxima al telón final de esta etapa en Boca Juniors.