La mayor parte de las fracturas y lesiones por caídas en personas mayores se pueden prevenir gracias a un sencillo entrenamiento dirigido por fisioterapeutas. Una de cada tres personas mayores de 65 años en España sufre una caída al menos una vez al año, según datos de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología. Los tropiezos en casa son el motivo de estos percances en más de la mitad de los casos, tal y como señala el informe de Detección de Accidentes Domésticos y de Ocio del Instituto Nacional de Consumo. Estas caídas tienen una estrecha relación con el hecho de que, con el paso de los años y como consecuencia del proceso de envejecimiento de los tejidos, van disminuyendo ciertas capacidades físicas, como la agilidad, la fuerza y elasticidad de los músculos y de las articulaciones y el equilibrio. Esto hace que los movimientos se realicen con mayor dificultad y que la capacidad de reacción ante un obstáculo o una situación que requiera equilibrio sea más lenta, propiciando el riesgo de caídas.
Los huesos también sufren este deterioro progresivo por la edad. Aunque no lo notemos, ya a partir de los 35 años todos comenzamos a perder masa ósea y minerales como el calcio, que les aporta resistencia. Cuando la pérdida de tejido óseo pasa de ser moderada (osteopenia) a elevada (osteoporosis), la consecuencia son unos huesos más frágiles que tendrán mayor riesgo de fracturarse como consecuencia de un golpe o tropiezo, incluso aunque este sea baja intensidad.
Muchas de las personas mayores sienten miedo y ansiedad al ser conscientes de que pueden sufrir una caída fortuita en cualquier momento, y dejan de llevar una vida activa, tanto fuera como dentro de casa, lo cual conlleva un deterioro más rápido de su capacidades motoras y cognitivas asociado a la edad y se convierten en personas dependientes. Otro problema relacionado es que la persona no quiera asumir que se ha caído, no se lo dice a nadie y, por tanto, no se pone remedio, lo que aumenta las posibilidades de que se vuelva a caer.
Acondicionamiento físico
El ejercicio físico, junto con una alimentación equilibrada, la eliminación de los hábitos tóxicos y, en caso de ser necesarios, los suplementos de calcio y vitamina D, son la base de la estrategia para luchar contra la fragilidad ósea y muscular, pero la fisioterapia preventiva tiene también un papel fundamental. Un programa de acondicionamiento físico adaptado a la persona y dirigido por fisioterapeutas ayuda en gran medida a prevenir las caídas y a que las que se produzcan tengan consecuencias menos graves. Este tipo de tratamientos se pueden solicitar en muchos centros de día y centros municipales de mayores, así como en clínicas de fisioterapia.
Tras la valoración por parte del equipo de fisioterapia de capacidades físicas de la persona como la fuerza muscular, la movilidad articular, el equilibrio, la marcha, la forma de caminar y la postura, además de los aspectos funcionales (lo que puede y no puede hacer en su vida diaria), se pone en marcha el plan de tratamiento, que tendrá los siguiente objetivos:
1 Estimular la regeneración ósea, mediante la realización de ejercicios en los que se cargue el peso corporal en diferentes posiciones (de pie, sentado...).
2 Fortalecer la musculatura, la resistencia y mejorar la movilidad en general, para ello se comienza con ejercicios libres y se aumenta poco a poco la resistencia con pesas, gomas elásticas, bicicleta estática…
3 Mejorar la coordinación y el equilibrio, incluyendo actividades que alternen movimientos de brazos y piernas en sentidos distintos, sumando después al ejercicio, por ejemplo, dar una palmada, tirar una pelota o cogerla…
Se debe ir incrementando progresivamente el nivel de dificultad hasta que la persona es capaz de realizar movimientos más complejos y que requieren equilibrio, como mantenerse a la pata coja, caminar con los ojos cerrados o sentarse con la espalda recta sobre un balón de Pilates.
4 Entrenamiento de la marcha y mejora de la postura caminando en diferentes sentidos con un ritmo adecuado y mirando al frente, esquivando obstáculos y pisando sobre superficies inestables, como colchonetas y rampas, de puntillas o subiendo y bajando escalones.
Con paso seguro
El desarrollo y entrenamiento de las cualidades físicas que se han ido perdiendo con el paso de los años hace que la persona se sienta más segura de su propio cuerpo, que camine con más decisión en lugar de con pasos cortos y arrastrando los pies.
✸ Al mejorar la fuerza muscular de las piernas, disminuye la dificultad de subir escaleras y rampas, aumentando la autonomía.
✸ Este refuerzo de la musculatura, de la coordinación y del equilibrio, mejora la capacidad de reacción ante una situación imprevista o un obstáculo, como pueden ser un socavón en la acera o una arrancada brusca del autobús, lo que disminuye el riesgo de caídas y, como consecuencia, de sufrir una posible fractura.
✸ Este entrenamiento constituye una forma de luchar contra el propio miedo a caerse, que sufren muchas personas que tienen antecedentes de caídas previas, y que limita su independencia en la vida diaria.
En casa seguridad ante todo
✔ Instala en el cuarto de baño dispositivos de ayuda como barras y agarraderas, suelos antideslizantes, etc.
✔ Retira los muebles y objetos con los que sea fácil tropezar de los lugares de paso, como los pasillos.
✔ Evita caminar por suelos mojados o resbaladizos. Cuidado también con las alfombras.
✔ Enciende siempre la luz cuando te levantes para ir al baño por la noche.
✔ Usa calzado con suela antideslizante.
✔ Utiliza un bastón como apoyo para caminar, incluso dentro de casa, si lo necesitas.