Uno de los casos más aberrantes reportados en Argentina es el Caso Próvolo. Suma uno más de los ‘escándalos’ del Vaticano en el que se involucran a curas y sacerdotes en delitos de abuso sexual.
No obstante, lo que ocurría en el interior del Instituto Próvolo lleva más dolor, indignación y horror del que se pueda imaginar.
Niños con discapacidad auditiva fueron inscritos en esa escuela para ser adoctrinados, pero acabaron siendo maltratados física, psicológica y sexualmente.
Fueron 9 años de abusos, desde 2005 hasta 2016, cuando por primera vez un exalumno se atrevió a hacer la primera de las denuncias de violación por parte de los curas. A esta les siguieron muchas más llegando a sumar aproximadamente 25 casos más.
‘La casita de Dios’
De acuerdo con los testimonios de las víctimas recogidos durante el juicio de Próvolo, que inició en a finales de 2016, había un modus operandi para cometer los abusos sexuales. La mayoría de los relatos mencionan un cuarto al que eran llevados siempre conocido como “la casita de Dios”.
En ese lugar eran sometidos a diversos vejámenes: violaciones, tocamientos, pornografía y amenazas. Generalmente ocurría en la madrugada, cuando los otros niños dormían en sus habitaciones.
Los principales imputados son Nicolás Corradi y Horacio Corbacho, dos sacerdotes que acaban de recibir una pena de 42 y 45 años de prisión, respectivamente, por sus delitos. A ellos también se le suman los nombres de Jorge Bordón, un exmonaguillo; Kumiko Kosaka una monja, y Armando Gómez, un jardinero.
De acuerdo con los documentos de la investigación, son en total 14 personas relacionadas con el caso Próvolo. Kosaka, la religiosa de origen japonés, era la principal pieza para que se lleve a cabo las violaciones.
Según reportan las víctimas, ella era quien los llevaba a la ‘casita de Dios’. Elegía a los niños de acuerdo con su nivel de sumisión a los golpes para asegurarse de que lo fueran también con sus violadores.
El joven que denunció por primera vez a los miembros de Próvolo especificó cómo la “monja mala”, como le llamaban los alumnos, fue cómplice de todos los abusos.
En una ocasión en que la víctima fue violada por los curas a los 10 años, sufrió una hemorragia, según contó. La monja no se alarmó y lo que hizo fue ponerle un pañal para ocultar que sangraba.
Algunos de los niños también fueron encadenados y obligados a violar a otros de sus compañeros, mientras los sacerdotes los observaban. Esto fue corroborado por las evidencias halladas al interior del instituto, donde se encontró material pornográfico, cadenas y otros elementos.
La monja Kosaka aún no ha sido sentenciada, pero se le acusa por el delito de complicidad. Actualmente se encuentra bajo arresto domiciliario y se espera un juicio por separado en 2020.
En tanto, los principales imputados, Corradi y Corbacho, han recibido más de 40 años de cárcel el pasado 25 de noviembre, pero llevarán las penas de manera distinta.
El primero, de origen italiano y que ya tenía denuncias por abuso sexual en Próvolo de Italia (sucedidos entre 1955 y 1984), cumplirá su condena en arresto domiciliario por su deteriorada salud.
Vaticano pide perdón por curas pederastas del Caso Próvolo
El Caso Próvolo en Argentina remeció los cimentos de la Iglesia Católica en todo el mundo, debido a que la justicia condenó a dos curas tras comprobarse que abusaron sexualmente de varios niños con discapacidad auditiva.
Desde el 2005 hasta 2016, decenas de menores denunciaron por violación a los religiosos, quienes contaban con el respaldo de las monjas, monaguillos y hasta el jardinero para perpetrar los delitos.
Una vez que llegaban al terrorífico cuarto, los dejaba con los curas. Luego del abuso, los regresaba a sus cuartos.
“Pedimos perdón por los pecados propios y ajenos. La conciencia de pecado nos ayuda a reconocer los errores, los delitos y las heridas generadas en el pasado y nos permite abrirnos y comprometernos más con el presente en un camino de renovada conversión”, indicó la Santa Sede en clara referencia al papa Francisco.