El procurador general de la Provincial, Abel Cornejo, junto a la fiscala penal Verónica Simesen de Bielke, recibieron a las víctimas que denunciaron penalmente por abuso sexual al sacerdote Agustín Rosa Torino.
El sacerdote está acusado de los delitos de abuso sexual gravemente ultrajante por la duración, agravado por ser ministro de culto reconocido, en perjuicio de dos víctimas; y de abuso sexual simple agravado por ser el autor ministro de culto reconocido, en perjuicio de una tercera.
Durante el encuentro, el Procurador brindó su solidaridad y apoyo a las víctimas Valeria Zarza, Yair Gyurkovitz y Jonatan Alustiza, quienes radicaron las denuncias penales en contra del acusado y sostuvo que si no fuera por ellos “hubiera sido imposible llegar al juicio contra este monstruo”.
En tanto, las víctimas agradecieron al Procurador y a la Fiscala por abrirle las puertas y agradecieron la contención y la custodia, por temor al acusado.
Durante el juicio, las tres víctimas ratificaron los abusos
El primero de ellos fue Yair Gyurkovitz, uno de los exnovicios, quien durante el inicio del juicio sostuvo que ingresó a la comunidad religiosa en 2010 y que en 2012 fue trasladado a Puerto Santa Cruz, en la provincia de Santa Cruz, donde sufrió abusos por parte de otro sacerdote.
Afirmó que en 2014 fue llamado por Rosa Torino, por lo que volvió a Salta. Precisó que los abusos por parte del imputado, ocurrieron en Palermo Oeste, Cachi y en Finca La Cruz, con fecha imprecisa y durante 2014.
También indicó que la mayoría de los abusos, ocurrieron en la sede ubicada en Santa Fe 1247, de la capital salteña.
En tanto, este miércoles declararon la exmonja Valeria Zarza y el otro exnovicio, Jonatan Alustiza, quienes llegaron a Salta para declarar y partirán este jueves hacia sus respectivos lugares de residencia.
La primera en declarar fue Zarza, quien ingresó a la congregación en 1997. A partir del 2000, estuvo en el círculo privado del imputado. Sostuvo que fue víctima de tocamientos desde ese año por parte del acusado y que jugaba un papel de mediadora entre el sacerdote y otros miembros de la comunidad, por el fuerte carácter del acusado, quien solía humillar a las personas.
Indicó que a fines de 2004, le dijo al acusado que escuchó durante retiros espirituales sobre abusos. El sacerdote le gritó y le pidió nombres.
El imputado le dijo que eran comunes los juegos sexuales y que cualquier cosa, le avisara.
Luego, fue trasladada a México, donde durante un retiro espiritual, también escuchó sobre abusos.
En octubre de 2010 regresó a Salta y comenzó con ataques de llanto y dolores en el cuerpo. Afirmó que le llevó mucho tiempo entender lo que sucedía y pensó que si denunciaba, traicionaría al imputado.
Sostuvo que dentro de la congregación, los hacían pasar por locos cuando se hablaba de abusos y que muchos integrantes, incluida ella, fueron tratados con medicamentos psiquiátricos recetados por un médico clínico relacionado con alguien de la comunidad, quien recetó drogas tales como clonazepam.
La exmonja rompió en llanto al relatar que el acusado se burlaba de su cuerpo con comentarios groseros y que dijo muchas veces que “las mujeres no sirven”.
Detalló que de 2000 a 2004 fue sometida a tocamientos por parte del acusado, con chirlos y roces en sus partes íntimas.
Precisó que realizó denuncias canónicas en 2015 en San Isidro, Buenos Aires, pero que solo fueron por las humillaciones del acusado, porque no había internalizado los abusos hasta ese momento.
En tanto, el otro exnovicio víctima, Alustiza, Salta, pidió declarar sin las presencia del acusado.
Precisó que ingresó a la comunidad en 2009, a los 14 años y también afirmó que fue abusado por el sacerdote de Puerto Santa Cruz, en el sur del país y abusado en 2013 en Salta por el acusado, tras acercarse a contarle sobre los hechos del sur.
Relató que al pedirle ir al médico por supuesto varicocele, el sacerdote se negó y le explicó sobre la enfermedad. El imputado lo invitó a pasar a su habitación, donde lo sometió a tocamientos. Le dijo luego que estaba todo bien y que no contara nada de lo ocurrido.
Sostuvo que sintió vergüenza y culpa, entrando luego en depresión e intentos de suicidio. El testigo rompió en llanto y dijo que en 2016 recién pudo hablar con su pareja sobre lo ocurrido.
Por último, relató que días después del abuso, escapó de la congregación, porque no lo dejaron salir.
La fiscala penal Verónica Simesen de Bielke representa al Ministerio Público Fiscal en la audiencia de debate que se desarrolla en la Sala IV Tribunal de Juicio.