Frente a las críticas por las restricciones en la segunda ola de coronavirus, el Presidente tildó a referentes opositores de “imbéciles y miserables”.
En general, la gente grita cuando no tiene razón. Otro motivo puede ser que la gente grita cuando pierde autoridad. Este jueves, Alberto Fernández les gritaba en la radio “imbéciles y miserables” a los opositores.
Gritar en general no se justifica, pero en el caso de un presidente se justifica menos. Tal vez Fernández no se sienta presidente, o no lo sea, pero si grita un presidente es como si, de golpe, en el avión gritara el piloto. ¿Qué pasa? ¿Nos estamos por caer?
La posibilidad de autocritica de nuestros políticos es igual a cero. La del Presidente también. No reconoce que fue un error la cuarentena adelantada a la que fuimos sometidos por el “trío pandemia”. No hablo de sus promesas de 10 millones de vacunas para diciembre, que nunca llegaron. Ni del vacunatorio VIP, que no fue uno solo.
El Presidente dijo también que no le importa ganar la elección. Como él en la próxima votación parlamentaria no compite, uno podría preguntarse si ya no esta pensando en quedarse otros cuatro años.
Decíamos el otro día, antes del anuncio de las restricciones, que el cumplimiento de los de abajo depende de la autoridad moral de los de arriba.
Los errores de la cuarentena 2020 y la vacunación vip de 2021 minaron esa autoridad moral del Gobierno y ponen en jaque las medidas de ahora.
¿Y con la economía en negro qué? ¿Gritarles para que no salgan? Hay un 40% de economía informal. De ese 40%, el año pasado el 20% se quedó sin laburo y aun no se recuperó. ¿Cómo salen los no esenciales que necesitan comer al día siguiente?
El Gobierno propone un REPRO, que solo va a funcionar para los que tienen laburo en blanco: son 12 lucas de su sueldo.
La posibilidad de que vuelva el IFE es incierta, y si vuelve será solo para dos millones. Pero aun así, significa otra vez darle a la maquinita, que ya empezó a rodar. El mes pasado se imprimieron 250 mil millones.
Recordemos que la inflación, de seguir así, llega al 60% a fin de año.
Un panorama complicado, pero que no alcanza para que un presidente grite.