El “milagro” del patrono de la ciudad italiana no sucedió por primera vez desde 2016 y los residentes aseguran que es un mal augurio.
El “milagro” de la licuación de la sangre de San Genaro no sucedió esta vez en la ciudad italiana de Nápoles, pese a las horas de plegarias de los fieles, que ahora temen que sea un mal augurio luego de un año de penurias.
Se trata de un suceso que los napolitanos viven con devoción: la licuación de la sangre solidificada de su patrono, San Genaro, obispo decapitado a inicios del siglo IV durante las persecuciones de los cristianos.
La supuesta sangre del santo se conserva con celo en un relicario de cristal en la catedral napolitana y es sacada tres veces al año: el sábado previo al primer domingo de mayo, el 19 de septiembre -en su fiesta patronal- y cada 16 de diciembre.
Solo en estos días la reliquia es expuesta y agitada por el arzobispo y la sangre de su interior, convertida en polvo, normalmente deviene en líquido. Los napolitanos, supersticiosos como pocos, lo ven como un buen augurio para la ciudad. De lo contrario, es un mal presagio.
Eso último ocurrió esta vez. El abad de la Capilla de San Genaro de la catedral, monseñor Vincenzo De Gregorio, mostró la reliquia y la agitó. Sin embargo, la sangre permaneció en estado sólido.
En la catedral se celebraron dos misas para comprobar si se producía el “milagro”, pero no hubo caso. Según los medios locales, fue la primera vez desde 2016 que la sangre no se licuó. Los fieles, que se habían congregado durante todo el día en el templo para rezar y pedir que se obrara el fenómeno, volvieron compungidos a sus hogares.
Nápoles, que ya se encomienda al nuevo santo de su panteón, Diego Maradona, estuvo pendiente durante todo el día de lo que sucediera con la sangre de su patrono, venerada y besada por propios y ajenos, y por autoridades de todo signo político. El hecho ocupó las primeras planas de los medios locales y fue la principal tendencia en Twitter en la región.
El origen de la tradición
La no licuación de la sangre del mártir es vista en Nápoles como un mal presagio para la ciudad y para el mundo.
La tradición asegura que el milagro no se obró por ejemplo en 1939, poco antes de que la Alemania nazi originara la Segunda Guerra Mundial, y tampoco en 1980, año del devastador terremoto de Irpinia, que sacudió la región napolitana y causó miles de muertos.
En este día de diciembre se recuerda la misma jornada de 1631 en la que una potente erupción del volcán Vesubio amenazaba la ciudad. Cuentan la leyenda que entonces los napolitanos se encomendaron al santo protector sacando en procesión su sangre, que se licuó justo cuando la lava detuvo su camino hacia la ciudad.