El Acuerdo de Salida que se efectiviza a las 11 de la noche de Londres establece un período de transición hasta el 31 de diciembre de este año. Se vivirá una extraña normalidad.
Desde Londres A medianoche del continente europeo, a las 11 de la noche de Londres, el Reino Unido dejará la Unión Europea (UE) luego de 47 años en el interior del bloque. El gobierno de Boris Johnson tiene preparada una celebración con luces que se proyectarán en el frente de 10 Downing Street, un discurso a la nación llamando a la unidad y el lanzamiento de tres millones de monedas en las que se leerá “Paz, prosperidad y amistad con todas las naciones” mientras los más ultra-Brexit harán una fiesta popular en la plaza enfrente del Parlamento.
El triunfalismo de los pro-Brexit será matizado con mensajes a la reconciliación que difícilmente curen las heridas que dejaron los últimos cuatro años. Las lágrimas por el divorcio corrieron con más unanimidad por el lado de la UE como se vio en el Parlamento europeo este miércoles cuando luego de la inevitable votación a favor del acuerdo de salida, los eurodiputados cantaron de pie, con las manos enlazadas y la bandera del Reino Unido y de la Unión Europea, el “Auld Lang Syne”, la tradicional canción escocesa basada en un poema de Robert Burns.
En el Reino Unido, más allá del festejo oficial y de los ultras de Nigel Farage que bailarán en la Plaza del Parlamento como si se tratara de la caída de Berlín en la segunda guerra mundial, la mayoría está a la espera. Entre los moderados pro-Brexit hay satisfacción y alivio, pero no euforia. Entre los que querían seguir en la UE hay resignación, fantasías de un inminente apocalipsis o sueños de que, tarde o temprano, el Reino Unido volverá a unirse a la UE.
La realidad es que por el momento no va a pasar mucho. El Acuerdo de Salida que se efectiviza a las 11 de la noche establece un período de transición hasta el 31 de diciembre de este año en el que el Reino Unido seguirá siendo parte del Mercado Común Europeo y la Unión Aduanera y continuará contribuyendo al presupuesto europeo, pero no tendrá voz ni voto en las decisiones que se adopten.
Los ciudadanos europeos entrarán al Reino Unido en la cola que corresponde a ciudadanos británicos y europeos, separados de la que le asignan al resto del mundo. En los negocios habrá la misma mercadería europea al mismo precio. Los empresarios británicos y los financistas venderán sus productos sin barreras.
Esta extraña normalidad con que se vivirá el evento económico-diplomático más importante y traumático de las últimas décadas, se ve claramente en la discreta cobertura mediática que ha tenido el tema esta semana.
Las primeras planas están dominadas por el creciente temor al Coronavirus, por la disputa con Estados Unidos por la posible instalación del G5 en el Reino Unido de la mano de la informática china Huawei y hasta el sorpresivo ademán de izquierda del gobierno de Johnson al anunciar la nacionalización de la red de trenes del norte del país debido al pobre servicio prestado. Las noticias del Brexit figuran en las páginas interiores.
La fatiga con el tema, que tanto contribuyó a la aplastante victoria electoral de Johnson en diciembre, es un factor clave en esta aparente indiferencia. Desde el referendo de junio de 2016 no se habló en el Reino Unido de otra cosa: el Brexit era tapa hasta de tabloides naturalmente inclinados a los escándalos y las celebrities. El país entero ha vivido en esa nube de suspenso. El año pasado hubo dos primer ministros, una elección general, varios votos sobre diferentes proyectos de separación de la UE, todos rechazados por un parlamento fragmentado, manifestaciones de más un millón de personas en contra de la salida del bloque, ministros que renunciaban en medio de titulares catastróficos.
El deseo de muchos coincide con la narrativa oficial: que esta medianoche se dé vuelta la página, que se olvide un pasado de divisiones y se mire con confianza el futuro. La realidad es que el baile recién empieza. La transición hasta el 31 de diciembre será como un matrimonio recién divorciado que decide convivir en la misma casa mientras negocia los términos de la relación futura. La apariencia es muy civilizada, la verdad es que juntos, están más separados que nunca.