En medio de la convulsión social, el grupo extremista islámico busca convencer a la población de que implementarán cambios respecto a su anterior gestión. Caos en el aeropuerto
Escenas desgarradoras se viven este miércoles en los alrededores del aeropuerto de Kabul, donde decenas de personas se agolpan para ingresar a la terminal aérea y salir de Afganistán tras el regreso de los talibanes al poder.
El aeropuerto está bajo control de las tropas estadounidenses, pero los alrededores son custodiados por las milicianas islámicas que, según informó TN, solo dejan pasar a ciudadanos estadounidenses.
El ingreso al aeropuerto luce vallado y con alambre de púas. Las imágenes muestran a hombres y mujeres afganos desesperados por ingresar a la terminal aérea, en medio de la noche y bajo una situación caótica.
Mientras los talibanes amenazan con desatar un baño de sangre, los organismos apuestan a una “presión pacífica”: bloqueo económico del FMI y retiro de la ONU
A pocos días de haber tomado el poder en Afganistán y en medio de la incertidumbre sobre cómo será esta nueva etapa del fundamentalismo islámico en el poder, los talibanes empiezan a sentir la presión de la comunidad internacional: mientras las Naciones Unidas (ONU) ya retiraron casi todo su personal del país, el Fondo Monetario Internacional (FMI) bloqueó el acceso del régimen a unos 400 millones de dólares de reservas de emergencia y Human Rights Watch (HRW) se declaró “en alerta” sobre la situación de los Derechos Humanos.
La retirada de la ONU comenzó pocas horas después de que los talibanes tomaran Kabul. El vocero de la organización, Stephane Dujarric, dijo el miércoles que se estaban trasladando unos 100 empleados a Almaty, Kazajistán.
“Esta es una medida temporal destinada a permitir que la ONU siga brindando asistencia al pueblo de Afganistán con el mínimo de interrupciones y, al mismo tiempo, reducir el riesgo para el personal de la ONU”, señaló.
Dujarric no especificó si el personal que está siendo reubicado era internacional o afgano, o ambos. Si es internacional, representaría aproximadamente un tercio del personal extranjero de la Misión de Asistencia de las Naciones Unidas en Afganistán (UNAMA). La UNAMA emplea a unos 300 extranjeros en su sede en Kabul, así como a más de 700 ciudadanos afganos.
El expresidente afgano Ashraf Ghani huyó a Emiratos Árabes y negó haberse llevado 169 millones de dólares: “Me fui con lo puesto”
Desde el domingo, no se sabía nada del paradero de Ashraf Ghani, el presidente de Afganistán que huyó de Kabul ante la llegada de los talibanes. Hasta que este miércoles el Ministerio de Exteriores de Emiratos Árabes Unidos confirmó que lo había acogido por “razones humanitarias”. Poco después, Ghani difundió un mensaje en las redes en el que afirmó que irse del país era “la única forma de evitar un baño de sangre”.
“Por ahora estoy en Emiratos para evitar un baño de sangre y el caos”, dijo en un mensaje de video difundido por Facebook. “Estoy en negociaciones para volver a Afganistán”, aseguró.
El mandatario derrocado agradeció a las fuerzas de seguridad afganas en su mensaje, pero también dijo que el “fracaso del proceso de paz” condujo a que los talibanes tomaran el poder.
Ghani manifestó su apoyo a las conversaciones mantenidas el miércoles entre altos miembros del movimiento talibán con su predecesor y con Abdullah Abdullah, que encabezó el fallido proceso de paz. “Quiero el éxito de este proceso”, dijo.
Abdullah, un viejo rival de Ghani, fue quien anunció que el presidente había abandonado el país el domingo, sugiriendo que sería juzgado con dureza. Pero Ghani insistió en que se había ido por el bien del país y no por el suyo propio. También negó una acusación realizada por el embajador de Afganistán en Tayikistán de que se había robado 169 millones de dólares de fondos estatales: “Tuve que huir de Afganistán con una muda de ropa tradicional, un chaleco y las sandalias que tenía puestas”.
Así piensa Haibatullah Akhundzada, el líder supremo de los talibanes que gobernará Afganistán a punta de pistola
Tras la toma del poder por los talibanes en Afganistán, el mundo está a la expectativa de qué forma tomará su gobierno. Este miércoles, uno de los voceros del grupo, Waheedullah Hashimi, dijo a la agencia Reuters que el país podría ser gobernado por un consejo, mientras que el líder supremo del movimiento militante islamista, Haibatullah Akhundzada, probablemente seguirá al mando.
Otro aspecto que Hashimi dejó en claro es que el país no será una democracia. “No habrá ningún sistema democrático porque no tiene ninguna base en nuestro país”, dijo. “No vamos a discutir qué tipo de sistema político debemos aplicar en Afganistán porque está claro. Es la sharia (la ley islámica) y ya está”.
La estructura de poder que esbozó el vocero tendría similitudes con como los talibanes gobernaron Afganistán entre 1996 y 2001. Entonces, el líder supremo, el mulá Omar, permaneció en la sombra y dejó la gestión diaria del país en manos de un consejo.
Akhundzada desempeñaría probablemente un papel por sobre del jefe del consejo, que sería similar al del presidente del país, añadió Hashimi. “Tal vez su adjunto (Akhundzada) desempeñe el papel de ‘presidente’”, dijo Hashimi, que habló en inglés.
El líder supremo de los talibanes tiene tres adjuntos: Mawlavi Yaqub, hijo del mulá Omar; Sirajuddin Haqqani, líder de la poderosa red militante Haqqani, y Abdul Ghani Baradar, que dirige la oficina política de los talibanes en Doha y es uno de los miembros fundadores del grupo.
Decidió quedarse en Kabul para hacer frente a los talibanes y cuidar la única sinagoga: quién es el último judío de Afganistán Zabulon Simantov, el último judío de Afganistán, decidió quedarse en Kabul tras el regreso de los talibanes. Lo dijo el canal de noticias indio WION.
Las milicias islámicas dijeron que respetarán su vida. En los últimos días, en medio de la ofensiva relámpago del grupo integrista sunnita, había tomado la decisión de irse del país.
“¿Por qué me quedaría? Ellos me llaman infiel”, le había dicho a la AFP en una entrevista celebrada en la única sinagoga que queda en pie en Kabul, en un viejo edificio ubicado en el centro de la capital en poder de los talibanes.
Su argumento parecía irrefutable. “Soy el último, el único judío en Afganistán. Las cosas podrían empeorar para mí aquí. He decidido irme a Israel si vuelven los talibanes”.