Cuando los padres están en sus ocupaciones y los chicos fuera del radar familiar, aparecen riesgos virtuales que pueden traer consecuencias.
Estar más en casa y no tener contacto con el exterior hizo que los chicos y chicas se vuelquen aún más al mundo virtual con sus celulares, computadoras y consolas de videojuegos. Los adultos, imposibilitados de vigilarlos las 24 horas, confían en que, mientras están con el joystick, están entretenidos. Pero, ¿acaso sabemos qué es lo que están haciendo realmente?
A diferencia del celular y las computadoras que sí tienen aplicaciones bajo la categoría “control parental” que permiten a los padres leer los mensajes que intercambian sus hijos con otras personas, hay una plataforma totalmente desatendida: los videojuegos. Usen la consola que usen, la metodología es la misma; ingresan con un usuario y contraseña a un juego, se conectan con otros jugadores y comparten horas hablando entre ellos por micrófono o por chat escrito.
Esta plataforma dio lugar a un canal de comunicación no supervisado que permitió que adultos se contactaran entre ellos con los fines más reprochables (e ilegales). Desde organizaciones terroristas que utilizaron juegos online como Call of Duty o Grand Theft Auto para reclutar menores a sus filas o nacionalistas extremos que buscaron adoctrinar jóvenes hasta episodios de grooming (ciberacoso de adultos a menores) y de robo de identidad. Aunque todo esto parezca lejano, en nuestro país ya tuvieron lugar casos de estos dos últimos delitos.
Los menores como blancos de grooming y robo
La mayoría de los videojuegos no tienen control parental ni restricciones de edad y esto hace que sea perfectamente posible que en un juego online se encuentren niños y adultos jugando a la vez e interactuando. Estos chats grupales y públicos son un mar propicio para los que están a la pesca de su próxima víctima. Con promesas de ayudarlos a tener éxito en el juego, los delincuentes los convencen de hablar en forma individual.
Una vez que la interacción privada se logra, el siguiente paso es convencer a la víctima. Depende de cuál sea la intención del adulto serán las tácticas que utilice para lograr lo que desea. Si hablamos de grooming, la persona intentará generar la confianza en el menor para que éste acepte hablarle de cosas privadas, le envíe fotografías íntimas o incluso acceda a tener un encuentro fuera del juego. Lo convencerá de no decir nada a sus padres y buscará obtener algo del menor con lo que luego pueda extorsionarlo para mantenerlo callado.
Otros delitos implican la suplantación de identidad (phishing) y robo, modalidades cada vez más en auge. En esta ocasión, el delincuente, haciéndose pasar un menor o no, se vale de la ingenuidad del niño o de la niña para lograr tener acceso a la cuenta del videojuego en donde suele estar cargada la tarjeta de crédito que habilita la compra de juegos online. Puede suceder, por ejemplo, que el menor esté jugando al Fortnite (que sí tiene control parental) y que alguien le prometa y lo convenza de que tiene un truco para conseguir mejores armamentos o mejores aptitudes para su personaje que lo van a hacer ganar siempre de una forma muy simple: pasándole el usuario y contraseña, ya que sólo de esa manera puede conseguirle lo que necesita. Con el usuario y contraseña se accede a la información de la tarjeta de crédito y de su titular. Y así de simple se concreta el robo.
Los menores y los adultos también
Aunque en este artículo se habla de los más chicos, los adultos también pueden ser elegidos como víctimas para delitos utilizando las plataformas de videojuegos online. De hecho, muchas organizaciones extremistas lograron reclutar más adeptos y activistas a través de propaganda que se realizaba a través de distintos juegos (generalmente los juegos violentos).
Otra modalidad que se utilizó para atacar a los gamers y robarles información sensible fue a través de un malware ruso que se descargaba como si fuera un paquete de ventajas o trucos para los juegos online. “Una vez instalado el troyano, solo tardaba 30 segundos en robar la información y las contraseñas de diversos servicios y redes sociales, que llegaban al creador y al distribuidor de forma inmediata. Además de contraseñas en juegos online, se accedía a números de tarjetas de crédito, datos de billeteras de bitcoins y criptomonedasy más”, detalla el especialista en ciberseguridad de la empresa BTR Consulting, Gabriel Zurdo.
Cómo prevenirlo
“Ni Argentina ni ningún otro país hace ciberpatrullaje y por eso es un tema complejo. En un chat abierto, por ejemplo, tendrías que tener la figura del agente encubierto digital que existe en nuestra legislación pero no conozco caso en el cual se haya detectado un caso de grooming o de intercambio de la mal llamada pornografía infantil en salas de chat o servicios de mensajería de las consolas de videojuegos. Salvo que haya hecho a partir de la denuncia una de las víctimas”, explica el Director del Programa de Ciberseguridad de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, Gustavo Saín.
Por otro lado, interpelados por estas situaciones cada vez más concurrentes, las empresas de videojuegos empezaron a incluir moderadores en las salas de chats, atentos a quienes estén fuera de las reglas de conducta establecidas. Si bien es un intento, está lejos de ser suficiente y ya se está pensando en la Inteligencia Artificial para mejorar este control sobre lo que sucede en las plataformas.
Si no es la ley, si no son las empresas, ¿quién puede actuar? La abogada especializada en Derecho Informático, Marina Benítez Demtschenko, advierte que hay algo más sustancial: “Lo más importante es que son los adultos y adultas a cargo de menores (padre, madre, representantes legales, etc.) quienes deberían estar en estas órbitas. Generalmente los menores se meten en los juegos y los grandes no tienen ni idea. Por otro lado, la gran mayoría de las plataformas establece la edad mínima para la participación y, en general, es a partir de 13 años. Si menores de 13 se meten en estos juegos los riesgos están, pero ¿es el Estado responsable o lo son los adultos y adultas a cargo?”.
Es por esto que la clave está en la comunicación con los chicos. Prevenir que sean víctimas de estos delitos implica que ellos sepan con qué se pueden encontrar y cómo evitarlos o cómo hacerles frente. Es indispensable que los niños y las niñas sepan que no existen ofertas reales para ser mejores en un juego, que el usuario y contraseña no se deben compartir jamás y que, aunque crean que están hablando con otro amigo de su misma edad, muchas veces puede que eso no sea cierto y, por ese motivo, no deben compartir información íntima ni fotografías o videos privados.
“En los casos de grooming es muy común ver adultos que se hacen pasar por su hijo o hija para lograr dar con la persona acosadora. Esta práctica es contraproducente porque en un proceso judicial esa prueba está viciada, se consiguió logrando que el sospechoso incurra en un error. Hacer la denuncia es la forma más segura para poder llevar a quien acosa a la justicia”, advierte BenítezDemtschenko.
Por último, pero no menos importante, a pesar de que en estos tiempos es muy difícil llevar la cuenta de todo lo que hacen los chicos y estar por encima de todo, termina siendo fundamental interiorizarse y preguntar sobre los juegos. Cómo se participa, qué tienen que hacer para ganar, con quiénes hablan, sobre qué y cómo se sienten con eso.