En tan solo unos meses, la inteligencia artificial (IA) ha revuelto el mercado laboral, con miles de profesionales pidiendo que se frene o se regule esta tecnología.
El año comenzó tranquilo para Alejandro Graue, locutor y actor de doblaje argentino había sido contratado para hacer varios proyectos que le ilusionaban, entre ellos doblar al español un canal de YouTube con millones de suscriptores en inglés.
Lo hacía desde noviembre, le exigía mucho esfuerzo y tiempo, así que decidió que no aceptaría otros trabajos.
Tras un corto parate por vacaciones todo cambió para él.
Alejandro vio que el canal había subido un nuevo vídeo en español.
“Era rarísimo, porque todavía no me habían llamado para grabarlo”, cuenta el actor al sitio Euronews.
Al darle play y escuchar la grabación se quedó en shock. La voz había sido generada por inteligencia artificial.
“Era una voz automatizada, no tenía ningún tipo de riqueza, de matices ni ritmo, señala Graue.
En tan solo unos meses, la IA ha revuelto el mercado laboral, con miles de profesionales pidiendo que se frene o se regule esta tecnología.
Ahora el actor argentino de 36 años, es uno de los afectados por la IA, ya que teme que esta irrupción suponga el fin de su trabajo.
Por ahora, está buscando nuevos proyectos para poder seguir trabajando en lo que más le apasiona.
No siente rencor hacia el canal de YouTube que decidió sustituir su voz por una artificial, pero sí pide que se cree una regulación.
“Por lo menos, tenemos que intentar utilizar la inteligencia artificial en nuestro beneficio, para que sirva para mejorar nuestro trabajo y no para reemplazarnos”, concluye.
La ciencia no pide permiso
Avanzan y después preguntan. Este es el mecanismo por el cual la ciencia y el conocimiento se expanden, sin pedir permiso. Pero cuando ese conocimiento se entrelaza con la técnica, digamos, con las consecuencias prácticas de ese conocimiento, se generan problemas sociales graves que apenas son tenidos en cuenta o son directamente soslayados por quienes toman la decisión de seguir adelante. La tecnología inteligente aparece en el espacio científico-social, encienden las alarmas y hacen que uno se pregunte si la regulación democrática y los debates previos a los desarrollos no serían imprescindibles.